sábado, 18 de febrero de 2012

TAREA DE FILOSOFÍA, a revisar este lunes.

Indicaciones: Anota el siguiente texto después del apunte del viernes, escribiendo primero el siguiente subtitulo:

"Prédica e influencia del pensamiento de Jesús en sus contemporáneos"


En la época de Jesús había mucha gente que se imaginaba que llegaría un nuevo «Mesías» en forma de
líder político, militar y religioso, del mismo calibre que el rey David. Este «salvador» se concebía como un liberador nacional que acabaría con los sufrimientos de los judíos bajo el dominio romano.


Jesús se distinguía de otros mesías en el sentido de que dejó muy claro que no era ningún rebelde militar o político. Su misión era mucho más importante. Predicó la salvación y el perdón de Dios para todos los hombres. Y decía a las gentes con las que se encontraba: «Te absuelvo de tus pecados»


Mucha gente en la época de Jesús esperaba la llegada con gran ostentación (es decir, con espadas y lanzas) de un Mesías que reinstauraría el «reino de Dios». El pueblo andaba esperando a un general que pronto proclamaría un «reino de Dios». Y llega Jesús, vestido con túnica y sandalias, diciendo que el «reino de Dios», o el «nuevo pacto», significa que debes amar al prójimo como a ti mismo. Dijo además que debemos amar a nuestros enemigos.


Jesús demostró que no se debía dar la espalda a prostitutas, aduaneros corruptos y enemigos políticos del pueblo. Y fue aún más lejos: dijo que un sinvergüenza que ha despilfarrado toda la herencia paterna, o un dudoso aduanero que ha cometido fraude, es justo ante Dios si se dirige a él y le pide perdón; tan generoso es Dios en su misericordia.


Jesús dijo que esos «pecadores» son más justos ante Dios, y por ello más merecedores del perdón de Dios que los irreprochables fariseos y «ciudadanos de seda» que andaban por la vida tan orgullosos de su irreprochabilidad.


Jesús explicó que ningún hombre puede hacerse merecedor de la misericordia de Dios por sí mismo, por ningún hombre es justo ante Dios. Su misericordia no tiene límites, pero es preciso que nos dirijamos a Dios suplicando su perdón.


Utilizó genialmente el lenguaje de la época, llenando a la vez de nuevo y más amplio contenido las
viejas consignas. No es de extrañar que acabara en la cruz. Su mensaje radical de salvación rompía con tantos intereses y posiciones de poder que fue necesario quitarlo de en medio.






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