Espacio didáctico de ciencias sociales y humanidades de la preparatoria DOE
lunes, 26 de marzo de 2012
Tarea especial de Filosofia II
Para alumnos: J. Rangel, Luis López, Alan Montes y Daniel Herrera.
Indicaciones: en hojas recicladas entrega el siguiente texto para mañana
GEORGE BERKELEY (1685-1753)
De acuerdo con el empirismo anterior a Berkeley, el universo de las sensaciones se consideraba como real y percibible, aunque no relacionado con la realidad externa, mientras que el mundo sensible y material se aceptaba como verdadero (si es que existía) pero imperceptible, e incluso había argumentos para dudar de su existencia. Con toda la energía, pero también la inconciencia de la juventud, Berkeley dio el siguiente paso y afirmó categóricamente que ser es ser percibido, o sea que lo único que posee existencia real es el mundo de las sensaciones, mientras que la realidad externa no sólo no puede percibirse sino que además no existe. George Berkeley (1685-1753) nació en Irlanda y se educó en el Trinity College de Dublín; católico anglicano devoto, sus mejores esfuerzos juveniles fructificaron en su importante libro The principles of human knowledge ("Los principios del conocimiento humano"), publicado cuando Berkeley tenía 25 años de edad, que resultó demasiado hostil a los lectores de su tiempo, así como en su obra Three dialogues between Hylas and Philonous ("Tres diálogos entre Hilas y Filono"), aparecido tres años más tarde, en donde intentó presentar las mismas ideas en forma más accesible, con igual poca fortuna. En 1724 fue nombrado canónigo de Derry, pero se interesó más en fundar un colegio católico en las islas Bermudas y con este motivo viajó a nuestro continente y vivió en Rhode Island por tres años (1728-1731); sin embargo, su proyecto fracasó por razones económicas y Berkeley regresó a Irlanda. En 1734 fue nombrado obispo de Cloyne, donde permaneció hasta su muerte. Éste es el Berkeley de quien la ciudad norteamericana así llamada, sede de un importante centro universitario en el estado de California, deriva su nombre.
La filosofía científica de Berkeley ha sido bautizada como empirista, positivista instrumentalista, fenomenológica y teísta. Naturalmente, tales categorías no existían en su tiempo y me gustaría creer que el propio Berkeley las hubiera rechazado como superficiales y estrechas. Pero en nuestra época, la proliferación de distintas posturas filosóficas sobre la ciencia, con su amplia y generosa diversidad, ha justificado el desarrollo de una rica y original taxonomía para denominar a cada una de las nuevas "escuelas". Cuando se examina el pensamiento filosófico original de Berkeley (así como el de cualquier otro científico o filósofo del pasado), conviene hacerlo tomando en cuenta las categorías importantes en su propio tiempo.
Berkeley fue uno de los primeros críticos de Newton, aunque su filosofía surgió como consecuencia de haber leído el Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, que como hemos mencionado, apoyaba y extendía las ideas de Newton. Berkeley rechazó la dicotomía entre la materia o sustancia, por un lado, y las diferentes cualidades que percibimos en ella con nuestros sentidos, por el otro; con un espíritu todavía más empirista que el de Locke, señaló que como lo único que realmente percibimos son las cualidades, mientras que la materia nada más la suponemos, ésta debería eliminarse, dejando a la realidad formada sólo por dos elementos: las mentes y las ideas que éstas experimentan directamente. De aquí surge el famoso esse est percipi, cuya única excepción (para Berkeley) es Dios. Las cosas que llenan este mundo existen gracias a que son percibidas por Dios, pero su poder es tan grande que a través de él nosotros también las percibimos. Finalmente, Berkeley señala que también la secuencia ordenada y racional con que percibimos el mundo no proviene de éste sino del único cuyas ideas son por definición ordenadas y racionales, o sea de Dios.
La filosofía de la ciencia de Berkeley se deriva de su epistemología, que no requiere del andamiaje metafísico necesario para demostrar la existencia de Dios: como buen idealista, postula que nuestras experiencias de los fenómenos reales sólo son secuencias de ideas que ocurren en la mente, sin relación causal alguna con el mundo exterior; como buen fenomenólogo, señala que la "negrura" de la noche o el sabor de un dulce son los únicos objetos del conocimiento; como buen instrumentalista, critica a Newton por su transformación de términos matemáticos en entidades "reales", señalando que el propio Newton había dicho que una cosa era formular correlaciones matemáticas que incluían fuerzas y otra totalmente distinta era intentar descubrir la naturaleza "real" de tales fuerzas. Se trata de un caso típico de reedificación de entidades puramente matemáticas, como faenas "atractivas", "cohesivas" o "disolutivas". Por lo tanto, puede decirse que la posición de Berkeley ante las leyes de la mecánica newtoniana era claramente idealista, fenomenológica, instrumentista y positivista. En su esfuerzo por establecer una teoría racional del conocimiento totalmente consistente, Berkeley sacrificó su credibilidad. Al enterarse el doctor Johnson, durante un paseo con su sempiterno secretario Boswell, de que Berkeley negaba la existencia del mundo exterior, pateó una gran piedra mientras decía: "¡Así es como lo refuto!" A pesar del peso histérico de esta anécdota, el irascible doctor Johnson no estaba refutando nada, sino simplemente generando ciertas sensaciones diferentes en su pie.
Frontispicio del libro Three Dialogues Between Hylas and Philonus, de George Berkeley, publicado en 1713.
Pero Berkeley anticipó con gran claridad el siguiente y último paso del empirismo, dado por Hume, que fue el reconocimiento de las dificultades implícitas en la teoría filosófica de la causalidad y de lo que posteriormente se ha conocido como el "problema de la inducción". En 1710, Berkeley escribió:
Es claro que los filósofos se divierten en vano, cuando se preguntan por causas naturales eficientes, distintas de la mente o del espíritu... por medio de la observación diligente de los fenómenos que percibimos podemos descubrir las leyes generales de la naturaleza, y a partir de ellas deducir otros fenómenos; no digo demostrar, porque todas las deducciones de este tipo se basan en el supuesto de que el Autor de la naturaleza siempre opera de manera uniforme y en obediencia constante de las reglas que tomamos como principios, lo que evidentemente no podemos saber.
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