Indicaciones: anota el siguiente texto después del último apunte visto en clase.
ANTECEDENTES JUDÍOS DEL CRISTIANISMO.-
Todo empezó cuando Dios creó el mundo y al ser humano según el Génesis de la Biblia. Más tarde los hombres se rebelaron contra Dios. El castigo no fue sólo la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, sino también la entrada de la muerte en el mundo.
Siguiendo el Génesis se sabe acerca del Diluvio y del Arca de Noé. También que Dios estableció un pacto con Abraham y su estirpe, quienes cumplirían los mandamientos divinos y a cambio Dios se comprometía a proteger a los descendientes de Abraham. Este pacto fue renovado cuando Moisés recibió las Tablas de la Ley en el monte Sinaí.
Alrededor del año l000 a. de C., mucho antes de la existencia de ninguna filosofía griega, se relató acerca de tres grandes reyes en Israel. El primero fue Saúl, luego vino David y tras él, el rey Salomón. Todo Israel estaba entonces unido en una sola monarquía, y vivió, particularmente bajo el reinado del rey David, una época de grandeza política, militar y cultural.
En su investidura los reyes eran ungidos por el pueblo obteniendo el título
de Mesías, que significaba "El Elegido". Los reyes eran considerados intermediarios entre Dios y el pueblo. A los reyes se les llamaba, por tanto, "hijos de Dios", y el país podía, entonces, llamarse "reino de Dios".
Pero Israel pronto se dividió en un reino norte (Israel) y un reino sur (Judea). En el año 722 el reino norte fue invadido por los asirios y perdió toda importancia política y religiosa. No les fue mejor a los del reino del sur que fue conquistado por los babilonios en el año 586. Los judíos se preguntaban por qué se había disuelto el reino de David y por qué su pueblo estaba siempre sometido a tantas desgracias si Dios había prometido proteger a Israel. Poco a poco se iba extendiendo la
creencia de que Dios estaba castigando al pueblo hebreo por su desobediencia a los mandamientos divinos.
Desde aproximadamente el año 750 a. de C. surgieron una serie de profetas que predicaron el castigo de Dios a Israel y escribieron las temidas profecías del Juicio Final.
Conforme las cosas empeoraban para los israelitas, los profetas predicaban la
llegada de un nuevo rey de la estirpe de David. Este "Mesías" o "Hijo de Dios"
salvaría al pueblo, reconstruiría Israel como gran potencia y fundaría un "reino
de Dios".
Espacio didáctico de ciencias sociales y humanidades de la preparatoria DOE
viernes, 28 de enero de 2011
jueves, 27 de enero de 2011
GUIA EXTRAORDINARIO HISTORIA (alumnos 2do semestre)
LOS TEMAS QUE VENDRÁN EN EL EXAMEN EXTRAORDINARIO DE HISTORIA I SON:
- Fuentes y periodos de la historia
- Definiciones de Geografía, Antropología, Derecho y Arqueología.
- Características de los periodos neolítico y paleolítico.
- Llegada de los seres humanos al continente americano.
- Periodos de la Edad Media y el feudalismo.
- Características sociales, económicas y políticas de las culturas olmeca y teotihuacana.
- Origen de la civilización azteca.
- Descripción de las ciudades mayas: Palenque, Bonampak, Tikal, Copán y Chichen Itzá.
- Fuentes y periodos de la historia
- Definiciones de Geografía, Antropología, Derecho y Arqueología.
- Características de los periodos neolítico y paleolítico.
- Llegada de los seres humanos al continente americano.
- Periodos de la Edad Media y el feudalismo.
- Características sociales, económicas y políticas de las culturas olmeca y teotihuacana.
- Origen de la civilización azteca.
- Descripción de las ciudades mayas: Palenque, Bonampak, Tikal, Copán y Chichen Itzá.
lunes, 24 de enero de 2011
Tarea especial para Priscila Águila y Samantha Zarazúa
Indicaciones: entrega este documento en hojas recicladas para mañana martes antes de iniciar la clase.
EL NEOPLATÓNICO PLOTINO.
La doctrina de Plotino intenta expresar en conceptos el verdadero sistema del Todo, el universo conjuntado que todo lo abarca y recorre. De modo que unidad real y conjunción conceptual son correlativas. Pretende construir la totalidad real y el pensamiento en su conjunto. Por esto, los grandes conocedores de Plotino suponen también el alcance sistemático de sus doctrinas. Nunca, quizá, como aquí se vio la mente tan cerca, dice É. Bréhier, de alcanzar “el verdadero sistema de las cosas”. También A. H. Armstrong acepta esta dimensión sistemática. E igualmente lo supone Chr. Elsas en su buen estudio del misticismo plotiniano. M. I. Santa Cruz aproxima entre sí los varios sistemas de entonces.
El gran pensador ensaya un ordenamiento coherente de realidades y de conceptos, como lógos radical que lo define. Pero este punto hay que perfilarlo. Indagaciones de O. Ritschl, A. v. d. Stein, A. Diemer y otros muestran que los intentos de sistematizar algo como mero resultado se remontan a los textos hipocráticos y a otros más. Sin embargo, el pensamiento antiguo no tematiza la idea de sistema como tal. Ni la erige en criterio rector. Vincular a la idea sistemática la validez de la ciencia y el proceder de la razón, hasta hacerlas coincidir, es algo propio de la racionalidad moderna que culmina en el idealismo, para retroceder de nuevo entre positivistas, empiristas y en el contingentismo racional, actualmente generalizado, etc. Consecuentemente, no hay en Plotino un sistema orientado por la propia idea de sistema. En este sentido, dice Hegel, al exponer su doctrina, que nada hay allí parecido a un desarrollo sistemático. Y, menos aún, hay una fundamentación de esa misma idea mediante una reflexión que determine sus reglas y lo convalide como método.
Sistema no quiere decir, en su caso, mediación demostrativa, sino voluntad de explicación articulada y unitaria de la totalidad real, de la realidad en cuanto una. Pero su doctrina es más que mera correlación de ideas o un simple conjunto de verdades entrelazadas. Responde a una decidida voluntad de sistema para desentrañar la articulación del Todo, aunque ese intento no se formule como proyecto sistemático ni esté determinado o regido por la idea misma de sistema. Diríamos que es un ordenamiento no reflexivamente legitimado o “de iure”, sino “de facto”. Pero tampoco es arbitrario o casual. La propia concepción del ser plotiniano, presidido por la unidad, exige una sistematización coherente, conjunta y unitaria. El sistema traduce en las ideas la conexión de las cosas. Nadie expresó la unidad de lo existente con tanta viveza como Plotino. Y el sistema refleja la visión del Todo como un verdadero organismo en el que todas las partes conspiran a conformar la unidad del mismo.
EL NEOPLATÓNICO PLOTINO.
La doctrina de Plotino intenta expresar en conceptos el verdadero sistema del Todo, el universo conjuntado que todo lo abarca y recorre. De modo que unidad real y conjunción conceptual son correlativas. Pretende construir la totalidad real y el pensamiento en su conjunto. Por esto, los grandes conocedores de Plotino suponen también el alcance sistemático de sus doctrinas. Nunca, quizá, como aquí se vio la mente tan cerca, dice É. Bréhier, de alcanzar “el verdadero sistema de las cosas”. También A. H. Armstrong acepta esta dimensión sistemática. E igualmente lo supone Chr. Elsas en su buen estudio del misticismo plotiniano. M. I. Santa Cruz aproxima entre sí los varios sistemas de entonces.
El gran pensador ensaya un ordenamiento coherente de realidades y de conceptos, como lógos radical que lo define. Pero este punto hay que perfilarlo. Indagaciones de O. Ritschl, A. v. d. Stein, A. Diemer y otros muestran que los intentos de sistematizar algo como mero resultado se remontan a los textos hipocráticos y a otros más. Sin embargo, el pensamiento antiguo no tematiza la idea de sistema como tal. Ni la erige en criterio rector. Vincular a la idea sistemática la validez de la ciencia y el proceder de la razón, hasta hacerlas coincidir, es algo propio de la racionalidad moderna que culmina en el idealismo, para retroceder de nuevo entre positivistas, empiristas y en el contingentismo racional, actualmente generalizado, etc. Consecuentemente, no hay en Plotino un sistema orientado por la propia idea de sistema. En este sentido, dice Hegel, al exponer su doctrina, que nada hay allí parecido a un desarrollo sistemático. Y, menos aún, hay una fundamentación de esa misma idea mediante una reflexión que determine sus reglas y lo convalide como método.
Sistema no quiere decir, en su caso, mediación demostrativa, sino voluntad de explicación articulada y unitaria de la totalidad real, de la realidad en cuanto una. Pero su doctrina es más que mera correlación de ideas o un simple conjunto de verdades entrelazadas. Responde a una decidida voluntad de sistema para desentrañar la articulación del Todo, aunque ese intento no se formule como proyecto sistemático ni esté determinado o regido por la idea misma de sistema. Diríamos que es un ordenamiento no reflexivamente legitimado o “de iure”, sino “de facto”. Pero tampoco es arbitrario o casual. La propia concepción del ser plotiniano, presidido por la unidad, exige una sistematización coherente, conjunta y unitaria. El sistema traduce en las ideas la conexión de las cosas. Nadie expresó la unidad de lo existente con tanta viveza como Plotino. Y el sistema refleja la visión del Todo como un verdadero organismo en el que todas las partes conspiran a conformar la unidad del mismo.
viernes, 21 de enero de 2011
Para Luis Angel Olvera- entregar en hojas recicladas el lunes 24
Eclecticismo
Se llama Eclecticismo a la posición filosófica que, sin objetar a priori cosa alguna, las analiza y contempla, las compara y relaciona, a fin de buscar las mejores, para destacar finalmente la más calificada como digna de aceptación.
Esta definición clara y concisa es frecuentemente olvidada en el uso vulgar del vocablo y en la interpretación superficial del concepto. Así, suele entenderse por “actitud ecléctica” la de los pusilánimes e indecisos. Para ellos, “eclecticismo” es bizantinismo dialéctico y diálogo en redondo, sin arribar ni arriesgarse jamás a una definición fecunda.
Si a uno de estos cultores del falso eclecticismo se le enfrentase con dos personas, una que afirmase que dos más dos son cuatro, y otra que sostuviese que dos más dos son seis, saldría del paso insinuando que dos más dos bien podrían ser cinco. Tímidos y abúlicos, fundamentalmente egoístas, no se arriesgan en la defensa de lo cierto, aunque son proclives a la crítica destructiva de todas las aseveraciones, por lógicas que sean.
Hoy, más que en otras ocasiones históricas, hace falta un verdadero eclecticismo, con escasa silogística y solera conceptual. En las cosas fundamentales, un artificial y cómodo “centrismo” suele ser una actitud de cobardía y una muestra de ignorancia. El sentido común nos dicta que nadie acepta un automóvil que funcione a veces, un huevo medianamente fresco, un reloj que en ocasiones adelante y en otras atrase. Para las cosas importantes urge definirse: se está vivo o se está muerto; se ama o no se ama; es de día o es de noche. El eclecticismo no comprende la indefinición en menoscabo de la realidad. El eclecticismo, si es verdadero, es un acceso a la verdad; y una vez descubierta esta verdad se la debe mostrar, afirmar y proclamar, pese a quien pese y caiga quien caiga.
Eclecticismo no es la eterna duda cartesiana, sino la laboriosa afirmación platónica; no es la angustia de Kafka, sino la voluntad de ser de Schopenhauer; no es la contemplación abúlica y descomprometida sino la historicidad de la juventud que sabe por qué vive y por qué muere. Cuando el Nuevo Testamento rechaza a los tibios, sabe por qué lo hace. El agua caliente cocina los alimentos; la fría calma la sed; pero la tibia sólo sirve para fomentos y lavados de estómago.
En este mundo conflictivo en donde el materialismo arremete contra todo lo digno y bueno, los falsos eclécticos son sus colaboradores más temibles, pues con sus posturas atentan contra las fuerzas de la verdadera filosofía y del verdadero eclecticismo.
Escepticismo.
El escepticismo antiguo no es simplemente un discurso teórico, ni tampoco un sistema, es sobre todo una forma de vida que el filósofo elige, es también una práctica de liberación personal, cuya finalidad es lograr alcanzar la felicidad. Para este propósito se utilizan una serie de técnicas escépticas como son la suspensión del juicio (epoje) y la ataraxía. Una vez alcanzado se produce una transformación en la forma de ver del mundo y en su relación con él, que podría definirse como indiferencia.
El prototipo de sabio escéptico es su fundador Pirrón de Elide, cuya renuncia a las cosas mundanas, su indiferencia y su forma de vivir causaron tal admiración entre sus conciudadanos que según cuenta Diógenes Laercio, "por su respeto se dio decreto de inmunidad a los filósofos".
"Nada es más", este es el lema del movimiento escéptico: ninguna cosa es más, ni más cierta, ni más falsa, ni mejor, ni peor. Después tratar de hacer todo lo posible por conseguir un criterio para saber la verdad, el resultado es que ningún argumento resulta claramente definitivo para desvelar las apariencias, por tanto lo más acertado es suspender el juicio, a partir de esta decisión uno consigue liberarse de la inquietud. Esto da paso a una nueva forma de ver el mundo, de relacionarse con la realidad y romper así las ataduras dogmáticas.
El escepticismo comparte una característica importante con otros movimientos de la época, y es que la actitud vital de sus miembros es tan importante como su doctrina teórica. A grandes rasgos el escéptico después de examinar cuidadosamente todas las proposiciones concluye que no hay ninguna verdad que se pueda considerar definitiva, por lo que recomienda la suspensión de todo juicio (epojé). Una vez suspendido el juicio, el siguiente paso es conseguir la ataraxía, es decir, la serenidad de ánimo, la imperturbabilidad necesaria para poder llegar a la felicidad. Pero la suspensión del juicio no quiere decir que haya que abandonar toda investigación, ni toda crítica.
“Sképsis”, es la palabra griega que da origen al movimiento y significa hacer una reflexión cuidadosa de lo que se observa, “skeptikós” son los que miran o examinan cuidadosamente. El escepticismo tiene dos partes: una teórica, que es una teoría del conocimiento, o epistemología, según la cuál no hay ningún saber firme, y otra práctica, que es una actitud que consiste en no apegarse a ninguna opinión y suspender el juicio.
Periodos.
El escepticismo antiguo puede dividirse en tres periodos, separados de una manera relativamente más clara que en otras escuelas:
El pirronismo es el escepticismo más antiguo, llamado así por la enorme influencia de su fundador Pirrón de Elide, según el cual, ni los sentidos ni la razón pueden proporcionar un conocimiento verdadero, por lo que recomienda abstenerse de hacer juicios y permanecer indiferentes, para tratar de conseguir ese estado de ánimo peculiar que se llama ataraxía. Junto con su discípulo Timón de Fliunte fueron los escépticos más importantes de esta época.
El escepticismo académico o medio, se llama académico porque sus miembros eran filósofos que pertenecían a la Academia platónica, algunos llegaron a dirigirla como es el caso de Arcesilao, contemporáneo de Timón, que fue el primero en introducir el escepticismo en la Academia y de Carneades, que desarrolló una teoría probabilística del conocimiento. Coincidieron en el tiempo algunos académicos y pirrónicos, aunque no hubo mucha relación entre ambas tendencias.
La escuela escéptica, se puede considerar, en cierta forma, una recuperación del pirronismo al cabo del tiempo, precisamente cuando terminó la orientación escéptica de la Academia. En esta etapa se distinguen varios periodos: el periodo de los filósofos pirrónicos y el de los médicos, primeros empíricos y luego metódicos. La recuperación de la orientación pirrónica fue iniciada por Ptolomeo de Cirene y continuada después por Enesidemo de Cnosos, sin embargo la figura más importante de este periodo fue Sexto Empírico. La importancia de Sexto para el conocimiento del escepticismo antiguo es fundamental porque se han conservado varios libros suyos, donde expone detalladamente aspectos importantes del escepticismo desde sus comienzos
Fuentes antiguas.
Las principales fuentes para el estudio del escepticismo son las obras de Sexto Empírico, Diógenes Laercio, Timón de Fliunte, Cicerón y Aulo Gelio. Otras fuentes indirectas son algunos comentarios breves y más bien críticos de Epicuro, Agustín de Hipona, Eusebio de Cesarea o Plutarco de Queronea.
Se llama Eclecticismo a la posición filosófica que, sin objetar a priori cosa alguna, las analiza y contempla, las compara y relaciona, a fin de buscar las mejores, para destacar finalmente la más calificada como digna de aceptación.
Esta definición clara y concisa es frecuentemente olvidada en el uso vulgar del vocablo y en la interpretación superficial del concepto. Así, suele entenderse por “actitud ecléctica” la de los pusilánimes e indecisos. Para ellos, “eclecticismo” es bizantinismo dialéctico y diálogo en redondo, sin arribar ni arriesgarse jamás a una definición fecunda.
Si a uno de estos cultores del falso eclecticismo se le enfrentase con dos personas, una que afirmase que dos más dos son cuatro, y otra que sostuviese que dos más dos son seis, saldría del paso insinuando que dos más dos bien podrían ser cinco. Tímidos y abúlicos, fundamentalmente egoístas, no se arriesgan en la defensa de lo cierto, aunque son proclives a la crítica destructiva de todas las aseveraciones, por lógicas que sean.
Hoy, más que en otras ocasiones históricas, hace falta un verdadero eclecticismo, con escasa silogística y solera conceptual. En las cosas fundamentales, un artificial y cómodo “centrismo” suele ser una actitud de cobardía y una muestra de ignorancia. El sentido común nos dicta que nadie acepta un automóvil que funcione a veces, un huevo medianamente fresco, un reloj que en ocasiones adelante y en otras atrase. Para las cosas importantes urge definirse: se está vivo o se está muerto; se ama o no se ama; es de día o es de noche. El eclecticismo no comprende la indefinición en menoscabo de la realidad. El eclecticismo, si es verdadero, es un acceso a la verdad; y una vez descubierta esta verdad se la debe mostrar, afirmar y proclamar, pese a quien pese y caiga quien caiga.
Eclecticismo no es la eterna duda cartesiana, sino la laboriosa afirmación platónica; no es la angustia de Kafka, sino la voluntad de ser de Schopenhauer; no es la contemplación abúlica y descomprometida sino la historicidad de la juventud que sabe por qué vive y por qué muere. Cuando el Nuevo Testamento rechaza a los tibios, sabe por qué lo hace. El agua caliente cocina los alimentos; la fría calma la sed; pero la tibia sólo sirve para fomentos y lavados de estómago.
En este mundo conflictivo en donde el materialismo arremete contra todo lo digno y bueno, los falsos eclécticos son sus colaboradores más temibles, pues con sus posturas atentan contra las fuerzas de la verdadera filosofía y del verdadero eclecticismo.
Escepticismo.
El escepticismo antiguo no es simplemente un discurso teórico, ni tampoco un sistema, es sobre todo una forma de vida que el filósofo elige, es también una práctica de liberación personal, cuya finalidad es lograr alcanzar la felicidad. Para este propósito se utilizan una serie de técnicas escépticas como son la suspensión del juicio (epoje) y la ataraxía. Una vez alcanzado se produce una transformación en la forma de ver del mundo y en su relación con él, que podría definirse como indiferencia.
El prototipo de sabio escéptico es su fundador Pirrón de Elide, cuya renuncia a las cosas mundanas, su indiferencia y su forma de vivir causaron tal admiración entre sus conciudadanos que según cuenta Diógenes Laercio, "por su respeto se dio decreto de inmunidad a los filósofos".
"Nada es más", este es el lema del movimiento escéptico: ninguna cosa es más, ni más cierta, ni más falsa, ni mejor, ni peor. Después tratar de hacer todo lo posible por conseguir un criterio para saber la verdad, el resultado es que ningún argumento resulta claramente definitivo para desvelar las apariencias, por tanto lo más acertado es suspender el juicio, a partir de esta decisión uno consigue liberarse de la inquietud. Esto da paso a una nueva forma de ver el mundo, de relacionarse con la realidad y romper así las ataduras dogmáticas.
El escepticismo comparte una característica importante con otros movimientos de la época, y es que la actitud vital de sus miembros es tan importante como su doctrina teórica. A grandes rasgos el escéptico después de examinar cuidadosamente todas las proposiciones concluye que no hay ninguna verdad que se pueda considerar definitiva, por lo que recomienda la suspensión de todo juicio (epojé). Una vez suspendido el juicio, el siguiente paso es conseguir la ataraxía, es decir, la serenidad de ánimo, la imperturbabilidad necesaria para poder llegar a la felicidad. Pero la suspensión del juicio no quiere decir que haya que abandonar toda investigación, ni toda crítica.
“Sképsis”, es la palabra griega que da origen al movimiento y significa hacer una reflexión cuidadosa de lo que se observa, “skeptikós” son los que miran o examinan cuidadosamente. El escepticismo tiene dos partes: una teórica, que es una teoría del conocimiento, o epistemología, según la cuál no hay ningún saber firme, y otra práctica, que es una actitud que consiste en no apegarse a ninguna opinión y suspender el juicio.
Periodos.
El escepticismo antiguo puede dividirse en tres periodos, separados de una manera relativamente más clara que en otras escuelas:
El pirronismo es el escepticismo más antiguo, llamado así por la enorme influencia de su fundador Pirrón de Elide, según el cual, ni los sentidos ni la razón pueden proporcionar un conocimiento verdadero, por lo que recomienda abstenerse de hacer juicios y permanecer indiferentes, para tratar de conseguir ese estado de ánimo peculiar que se llama ataraxía. Junto con su discípulo Timón de Fliunte fueron los escépticos más importantes de esta época.
El escepticismo académico o medio, se llama académico porque sus miembros eran filósofos que pertenecían a la Academia platónica, algunos llegaron a dirigirla como es el caso de Arcesilao, contemporáneo de Timón, que fue el primero en introducir el escepticismo en la Academia y de Carneades, que desarrolló una teoría probabilística del conocimiento. Coincidieron en el tiempo algunos académicos y pirrónicos, aunque no hubo mucha relación entre ambas tendencias.
La escuela escéptica, se puede considerar, en cierta forma, una recuperación del pirronismo al cabo del tiempo, precisamente cuando terminó la orientación escéptica de la Academia. En esta etapa se distinguen varios periodos: el periodo de los filósofos pirrónicos y el de los médicos, primeros empíricos y luego metódicos. La recuperación de la orientación pirrónica fue iniciada por Ptolomeo de Cirene y continuada después por Enesidemo de Cnosos, sin embargo la figura más importante de este periodo fue Sexto Empírico. La importancia de Sexto para el conocimiento del escepticismo antiguo es fundamental porque se han conservado varios libros suyos, donde expone detalladamente aspectos importantes del escepticismo desde sus comienzos
Fuentes antiguas.
Las principales fuentes para el estudio del escepticismo son las obras de Sexto Empírico, Diógenes Laercio, Timón de Fliunte, Cicerón y Aulo Gelio. Otras fuentes indirectas son algunos comentarios breves y más bien críticos de Epicuro, Agustín de Hipona, Eusebio de Cesarea o Plutarco de Queronea.
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